domingo, 3 de junio de 2012

Una dulce falsa apariencia



Estaba de pie con un hacha en su mano derecha, su rostro estaba salpicado de sangre al igual que las prendas que llevaba puestas, un vestido  blanco  que la hacía lucir como una niña, del mismo color de  la nieve que yacía a su alrededor, y sus largas medias que habían perdido el color blanco para ganar un rojizo. Su cabello era largo, llegaba hasta sus caderas, tenía salpicado algunos trozos que se venían a su rostro. Tenía gacha la mirada y una sonrisa de oreja a oreja en sus labios. Estaba nevando, no sentía frío, no sentía miedo, su familia estaba tendida sobre la fría nieve a sus espaldas, no tenían parte de sus extremidades, la sangre que desplegaba de sus ex miembros, en forma de  gotas espesas teñía la blanca nieve, y hacía más trágica aquella escena, era ella Rose, había sido, la niña de los ojos de papá a la que un día un demonio decidió entrar para habitar por 2 milenios como parte de un castigo otorgado por su padre, el gran Satán, y que odiaba tal adicción a la ternura. La gente pasaba por ahí, y en cuanto veían esa escena quedaban petrificados; cuando conseguían recuperar su estado de conciencia salían corriendo, decían que las cosas  iban a cambiar a partir de ese día porque el demonio estaba habitando en la criatura más dulce de la villa.

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